Los 320 muertos y 12.387 heridos anuales en incidentes de tránsito, las 2,5 millones de toneladas anuales de CO2, la congestión crítica en el 43% de la red vial principal y el incremento del 120% en la tasa de motorización en la última década son razones suficientes para plantearse un cambio en el actual modelo de movilidad y adoptar un Plan Integral de Movilidad Urbana (PIMU), en el marco de los criterios de movilidad sostenible establecidos por la Ley 1083 de 2006.
En el PIMU Visión 2028 se planteó un paquete de estrategias, programas y proyectos para la mejora de la movilidad.
En movilidad peatonal: la mejora integral del 83% de los andenes del Centro Histórico y de una red de más de 340 Km en toda la ciudad. En movilidad en bicicleta: una red de ciclo-rutas de 438 Km, programa de bicicleta pública en el centro y el sur y miles de ciclo-estacionamientos por toda la ciudad.
En movilidad en transporte público: Sistema Ferroviario Urbano-Metropolitano, consolidación del Sistema MIO, implementación del Sistema de Transporte Complementario de Ladera y el Sistema de Transporte Mixto a la Demanda, entre otros, todos bajo la premisa de que deben operar con una tarifa integrada.
En movilidad en transporte privado: la construcción del Anillo Vial Perimetral (prolongación de la Avenida Circunvalar y Avenida Ciudad de Cali hacia los extremos norte y sur), intersecciones a desnivel en todos los accesos a la ciudad y en otros puntos estratégicos, una completa red de infraestructura vial para la zona sur y la modernización de la red de semáforos. También se planteó el fortalecimiento del “pico y placa” para autos y motos y la regulación del estacionamiento, esto por una sencilla razón: No hay ni habrá espacio para tantos vehículos, eso es una realidad.
Pero, el PIMU, a pesar de sus bondades, tuvo dos grandes opositores: los transportadores tradicionales y un grupo de comerciantes.
Los “empresarios” del transporte público tradicional de buses, busetas y colectivos vieron en el PIMU no una oportunidad de reinventarse como un Sistema de Transporte Complementario, sino como una amenaza para sus prácticas tradicionales: operar bajo sus propias reglas sin dios ni ley y la explotación laboral de sus conductores.
Los comerciantes por su parte no vieron en el PIMU la oportunidad de modernizar el servicio de estacionamiento público, prefirieron rechazar de tajo cualquier iniciativa de regulación que buscara una mejora de la calidad del servicio al usuario, una protección de este frente a posibles tarifas abusivas, y que a dicho servicio se le aplicará una contribución destinada a financiar la operación del Sistema MIO y el futuro Sistema Ferroviario Urbano-Metropolitano. En ambos grupos faltó una actitud propositiva, solo hubo oposición pura y dura.
Así, el Concejo, después de dos meses de debate, decidió enterrar el proyecto del PIMU aduciendo que no había tiempo para estudiarlo, se le dio un carpetazo fulminante, seguido del estruendoso aplauso de transportadores y comerciantes. Al parecer, ganaron ellos pero perdió la ciudad. Surge una pregunta obligada para opositores, apáticos, activistas de sofá y ciudadanos en general: Ahora que dejamos el PIMU al garete ¿Cuál es plan?
Carlos Alberto González GuzmánDiciembre 11, 2017
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Publicado: Diario El País
Edición Impresa, Página B2. Cali, Colombia. Diciembre 11 de 2017.
Artículo de Opinión
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