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Taxi: Más látigo que zanahoria

La reciente propuesta de la Alcaldía de Bogotá de que sean los gobiernos distrital y nacional quienes asuman el pago de la seguridad social de los taxistas es todo un despropósito, pues una vez más se premiaría a los empresarios y propietarios de taxi, quienes, durante décadas, han desconocido los derechos laborales de sus conductores. El gremio del taxi lo que necesita es una efectiva regulación y control, pues hasta la fecha los resultados son pobres, muestra de ello es su nociva sobreoferta, pésima atención al usuario y explotación laboral a sus conductores. Quien piense lo contrario debería subirse a un taxi más a menudo.


“En una reunión sostenida entre el presidente Juan Manuel Santos, el gremio de taxistas y las autoridades policiales, se acordó la conformación de una mesa de trabajo para buscar soluciones efectivas a problemas de seguridad para los usuarios y los mismos conductores de este tipo de transporte público, además de darle solución al tema de formalización y seguridad social para el gremio”. Así es como entiende el problema uno de los tantos medios de comunicación que dieron difusión a la noticia de dicha reunión de emergencia, a consecuencia del lamentable hecho en el que un agente de la DEA fue asesinado en Bogotá, durante el atraco del que era objeto por parte de delincuentes comunes entre los cuales se sumaba el conductor del taxi que lo transportaba. Un tipo de delito que se volvió cotidiano en nuestras ciudades y que desincentiva a más de uno a salir de fiesta en la noche.


Ahí está el primer error, y no es otro que enfocarse en el problema de la criminalidad en el servicio de taxi, el cual es una consecuencia de muchos factores, y no en el problema de la informalidad de facto de un servicio que se supone formal. Este segundo aspecto es el origen del pésimo servicio y de que, gracias a su precaria estructura empresarial, los delincuentes hayan identificado al servicio de taxi como un efectivo instrumento para ‘cazar’ a sus víctimas.


Para acercarse a la problemática estructural lo mejor es tomar taxi durante varios días y entablar conversación con el conductor, preguntando por sus condiciones laborales y su soporte empresarial. En cuestión de minutos uno termina escuchando el top 10 de las frases más populares: “La mayoría de nosotros trabaja sin contrato, no ve que si nos hacen contrato al dueño del taxi le toca pagarnos las prestaciones sociales. De las cuotas de la seguridad social ni hablemos”, “Al dueño del taxi no le importa quién sea el conductor, lo único que le importa es que le entreguen el producido diario”, “Usted, si quiere, se puede quejar con la empresa, pero allá no harán nada, no les interesa”, “Este taxi no cuenta con servicio de radiofrecuencia porque eso no es obligatorio”, “Este oficio ya está muy malo porque toca guerrear con tanto taxi que hay en la calle”, “Pusieron el Transmilenio ese para beneficiar a los empresarios ricos y joder a los pobres taxistas como uno”, “El problema es la cantidad de taxis ‘gemeliados’, las autoridades no saben cuántos taxis hay aquí”, “Uno trabaja hasta 14 horas diarias, hay días en que solo alcanza para pagar al dueño el producido de 80 mil pesos y nada para llevar a la casa”, “Este taxi está acabado, véalo, pero el dueño no le quiere invertir ni un solo peso en mantenimiento”. Eso sí, si además se entra a cuestionar la calidad del servicio que se recibe entonces escuchará el top uno: “Si no le gusta, bájese y coja otro taxi”.


Así que será bienvenido el plan de formalización del oficio de conductor de taxi que implique una verdadera formación y exigencia para ser taxista y garantice una adecuada atención al usuario, pero si esto no va acompañado de un verdadero plan de regulación y control del servicio no significará nada. Por otra parte estarán todas las acciones que Gobierno y Policía Nacional consideren pertinente para evitar que dicho gremio continúe siendo infiltrado por la delincuencia común. La acción en ambos frentes es urgente y necesaria.


En Bogotá se estima que hay unos 100 mil conductores de taxi, así que antes de iniciar con mensajes de impacto mediático vale la pena que el gobierno le pregunte al gremio ¿Cuántos de los taxistas trabajan con todos los derechos laborales que establece la ley y que han sido ratificados por la Corte Suprema de Justicia? ¿Qué papel han jugado las empresas de taxi en toda está informalidad de facto? ¿Cuál es el margen de utilidad de su negocio? Preguntas inconvenientes para un lobo que luce por estos días su mejor disfraz de oveja.


Seamos realistas, los conductores de taxi no requieren un gobierno paternalista que les ‘regale’ la cuota de la seguridad social, lo que requieren es un gobierno garantista que ejerza su función exigiendo al gremio del taxi que cumpla con las condiciones laborales que establece la ley en cuanto a existencia de un contrato, prestaciones sociales, jornada laboral, etc. Un gobierno que exija transparencia en la gestión de las empresas de taxi, eso es lo que merece esa absoluta mayoría de taxistas de bien de nuestra ciudad.


Sería muy preocupante ver al gobierno dándole palmaditas en la espalda al gremio del taxi, cuando lo que esperamos es uno que le toque el hombro para pedirle cuentas y le exija garantías de la prestación de un buen servicio. Ya han sido muchos años de anarquía de este gremio, gracias a administraciones locales ‘autistas’ y concejales ‘amigos’, como para que ahora lo premiemos con un artilugio que bien podría entenderse como un subsidio indirecto. Es hora de que los usuarios del taxi digamos con voz firme ¡Ya basta!
Carlos Alberto González GuzmánJulio 3, 2013


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Publicado: Revista Semana

Edición Digital, Sección Opinión Online. Colombia, Julio 03 de 2013

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