Es bien sabido que las historias que comienzan mal generalmente no terminan de otra manera y esto es especialmente cierto para el caso del plan de movilidad de la ciudad de Cali, que aunque en teoría existe desde el año pasado, en la práctica nadie ha visto un documento que se le parezca y mucho menos sabe en qué nos ha beneficiado.
Siguiendo la triste tradición de la administración pública de nuestra ciudad, el gobierno local fue incapaz de dar cumplimiento al artículo 2 de la ley 1083 de 2006, referente a la obligatoriedad de entregar un plan de movilidad para la ciudad a mas tardar el 31 de julio de 2008.
Fue sólo hasta que un grupo de ciudadanos interpuso una demanda de acción de cumplimiento llevada hasta el Tribunal Contencioso Administrativo del Valle del Cauca, cuando el gobierno municipal se vio obligado a cumplir de manera apresurada con tal trámite, ante la posibilidad de que por el incumplimiento de la sentencia emitida, uno de sus funcionarios terminara pasando unos días mirando a través de los barrotes del “hotel” menos deseado de la ciudad.
El “Plan de Movilidad Integral del Municipio de Cali” (adoptado mediante el Decreto Municipal 0615 del 10 de noviembre de 2008) merece un lugar en el libro de los “Guinness World Records” por haber sido desarrollado en un lapso de tiempo nunca antes visto (solo un par de meses) para una ciudad de más de dos millones de habitantes, lo cual por supuesto no habla de la eficiente gestión de las dependencias municipales encargadas de ello, sino justamente de su incapacidad para llevarlo a cabo.
El tan esperado plan de movilidad para la ciudad, resultó ser un escueto documento de cuarenta y dos páginas a manera de decreto que se limita, de principio a fin, a hacer un simple y en ocasiones incoherente listado de objetivos y estrategias. Esto que para los no entendidos en el tema no parecería tan grave, sí lo es, en tanto que dicho decreto carece de un documento técnico de soporte (es decir, el plan de movilidad como tal) que contenga un amplio apartado de análisis de la situación actual, seguido de un riguroso diagnóstico, para entonces sí terminar con una serie de propuestas detalladas, que como en todos los apartados abordaría los diferentes componentes de la movilidad urbana: peatones, ciclistas, transporte público y transporte privado.
Si bien, en honor a la verdad, la mayor parte de esta irresponsabilidad recae sobre la administración anterior (periodo 2004-2007) ya que esta durante un año y medio no se dignó a redactar un solo párrafo del plan de movilidad, la actual administración, que ha sido reconocida como una de las mejores del país, no asumió el reto como era necesario, siendo evidente la premura por cumplir con un mero trámite administrativo, más que la voluntad de cumplirle a la ciudad en un tema de tal importancia, como es de la movilidad.
Un plan de movilidad debe ser entendido como el documento fundamental para configurar las estrategias de movilidad sostenible del municipio, en concordancia con las determinaciones tomadas en su Plan de Ordenamiento Territorial. Este documento no se limita solo a un componente estratégico, sino que debe concretar, con el mayor nivel de detalle posible, las actuaciones a desarrollar y, además, debería ser sometido a los procesos de participación ciudadana que posibiliten un consenso social. Es decir, se trata de “la carta de navegación de la movilidad de la ciudad” para un período de tiempo determinado, en la cual se debe basar la toma de decisiones sobre aquellas nuevas actuaciones –no contenidas en ésta- que en materia de movilidad se deseen implementar por el gobierno de turno.
Si en la actualidad contáramos con un real plan de movilidad, sería relativamente fácil dar respuesta a cuestiones claves, como ¿Cuáles son verdaderamente los proyectos de infraestructura prioritarios para la movilidad de la ciudad? o ¿Es realmente necesario construir una autopista de peaje para atravesar la ciudad de norte a sur? Es así, como proyectos que implican grandes inversiones, como lo son las “21 Megaobras” y la “Autopista Bicentenario”, actualmente promocionados por el gobierno local, están soportados no por un plan de movilidad, como sería de esperarse, sino por otros estudios que han alcanzado el rango de “leyenda urbana”, pues aunque todos aceptamos su existencia, hasta la fecha ningún ciudadano ha podido verlos ni mucho menos hay quien diga que los ha llegado a tocar.
Si bien la ciudad de Cali requiere medidas de choque para sacarla del atraso en la que la dejaron sumida las nefastas administraciones anteriores, y para ello los contribuyentes tendremos que hacer un esfuerzo económico adicional para apoyar la administración actual en su apuesta por relanzar la ciudad; viejas prácticas como la improvisación y el ocultismo en los proyectos relacionados con la movilidad, tendrán que ser rechazadas enérgicamente, pues resultan nocivas para la necesaria regeneración de la confianza entre la ciudadanía y el gobierno local.
De esta manera, y de la mano de una planificación seria y de un fortalecimiento de la participación ciudadana efectiva, será posible iniciar la construcción de una nueva cultura de la gestión pública en la ciudad de Cali. Cultura que, por cierto, podríamos inaugurar sentándonos por fin a discutir un verdadero plan de movilidad que nos permita pasar del mito, al decretar planes que no existen, a la realidad, al hacer frente a los retos de trazar el futuro de la ciudad.
Carlos Alberto González GuzmánOctubre 8, 2009
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Publicado: Diario El Tiempo
Edición Digital, Sección Opinión. Colombia, Octubre 8 de 2009
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