Si bien es destacable el creciente interés de la Alcaldía de la ciudad de Cali en implementar diversas medidas para mitigar el caos vehicular de la ciudad, resulta fundamental que dichas iniciativas, surgidas de una “lluvia de ideas” en el marco de una mesa redonda en la que participaron la administración local y algunos de los diversos agentes sociales interesados, pasen ahora a ser diseñadas y evaluadas con rigor técnico y, sobre todo, con el soporte de datos e información suficiente, actual y fiable.
La restricción espacial y temporal del uso del vehículo privado en entornos urbanos, instrumento conocido en Colombia como ‘pico y placa’, es uno de los muchos instrumentos de ‘Gestión de la Demanda de Transporte’ (conocida en la literatura técnica internacional como Transport Demand Management, TDM), los cuales tienen como objetivo influir en el comportamiento de los viajeros para fomentar una movilidad sostenible.
Se trata, así, de la generación de escenarios que motiven o condicionen a los viajeros a tomar ciertas decisiones respecto a cómo y cuándo realizar sus desplazamientos, de manera que se potencia un patrón de movilidad mas sostenible, basado en un uso más racional del vehículo privado y una mayor participación del transporte público optimizado y los modos no motorizados (peatón y bicicleta).
La reciente propuesta de modificar el actual pico y placa de la ciudad de Cali, surgida en la mesa redonda convocada por el diario ‘El País’ y el programa ‘Cali, Cómo Vamos’, el pasado 18 de agosto, requiere dar respuesta, como mínimo, a los siguientes interrogantes: ¿Es mejor ampliar la restricción vehicular a la jornada laboral completa o mantenerla –como hasta ahora- en los periodos de mayor demanda, pero aumentando el número de días de restricción para cada vehículo? ¿Debería afectar solo a los vehículos privados o también a los taxis, dada la clara sobreoferta de estos últimos? ¿El actual sistema de transporte público está en capacidad de servir la nueva demanda generada por la ampliación de la restricción o es necesario acometer acciones de mejora del mismo? ¿Se deben incluir también a las motocicletas para evitar una nociva mayor demanda del uso de éstas? Mientras no tengamos respuestas consistentes a preguntas como estas, seguiremos en el campo de la adivinación.
Dado el acelerado crecimiento del parque automotor, tanto de automóviles como de motocicletas, es evidente la urgencia de acometer acciones concretas para la racionalización del uso del vehículo privado en la ciudad, aunque no nos guste o nos resulte, aparentemente, injusto. De la misma manera que resulta fundamental regular la anárquica sobreoferta de transporte público tradicional y de taxis que opera en la ciudad y, por supuesto, potenciar al máximo la operación de los sistemas de transporte público masivo como el sistema ‘MIO’(1), que no acaba de mostrar los resultados esperados. Todos estos frentes de acción sobre los desplazamientos de larga duración han de ser complementados con medidas de promoción de la movilidad no motorizada (peatón y bicicleta) para los desplazamientos de corta duración.
Pues bien, el objetivo por lograr, en primera instancia, es que las externalidades negativas (consumo de espacio y combustible, contaminación ambiental, accidentalidad, etc.) por cada viajero transportado sean las menores posibles. Y ello se logra, por una parte, minimizando el número de vehículos privados circulando en la red viaria y maximizando su ocupación media (actualmente muestra valores muy bajos, cerca de 1,2 viajeros por automóvil) y, por otra parte, aumentando la participación del transporte público optimizado y los modos de transporte no motorizado en el total de viajes realizados. Ambos, elementos fundamentales para gozar de una mejor movilidad en la ciudad.
Ahora, el cómo se deben llevar a cabo las diversas medidas a implementarse para tal fin es otra cuestión que suscita gran debate y preocupación, en tanto que, de momento, la ciudad de Cali no cuenta con un documento de rigor técnico del Plan de Movilidad Integral del Municipio de Cali, decretado hace ya dos años (Decreto Municipal 0615 de Noviembre 10 de 2008), tampoco cuenta con información derivada de una Encuesta de Movilidad Origen-Destino de amplia cobertura, ni mucho menos con un modelo integral de simulación de la movilidad de la ciudad que incluya los diversos modos de transporte.
Esta falencia de datos, información, planes y herramientas, resulta crítica para una toma de decisiones estructurada y eficaz en materia de movilidad, con lo cual quedamos a merced de las interpretaciones y elucubraciones o, lo que es peor, del premeditado “ensayo y error” que termina por desesperar a los ciudadanos.
Es urgente, por una parte, una mayor inversión en la elaboración del plan de movilidad de la ciudad, cuyo precario presupuesto anual escasamente logra superar el costo de un puente peatonal y, por otra parte, fortalecer el reducido equipo técnico de movilidad del Departamento de Planeación Municipal, el cual, pese a su titánica tarea, aún no ha podido sacar a la luz un documento de rigor técnico del plan de movilidad que pueda ser usado como soporte a la toma de decisiones, lo que resulta obvio en tales condiciones de escasez, tanto en presupuesto como personal técnico especializado.
El disfrute de una mejor movilidad urbana y, si se quiere, de una movilidad sostenible, no es gratuito y, por tanto, requiere que todos los ciudadanos cedamos en unos aspectos y aportemos en otros, pero dicha disposición sólo se consolida si la administración local es capaz de construir consensos sobre la ciudad deseada, y de diseñar e implementar medidas eficaces y proyectos coherentes. De momento, las ideas caen del cielo, los proyectos priman sobre los planes y se hace antes para planificar después, con lo cual la ciudad deseada no parece estar a la vuelta de la esquina.
Carlos Alberto González GuzmánSeptiembre 9, 2010
----------------------------------------
Publicado: Diario El Tiempo
Edición Digital, Sección Opinión. Colombia, Septiembre 9 de 2010
+ Enlace al artículo
-----------------------------------------